Scott Farquhar recuerda aquella casualidad que le cambió la vida.
El empresario australiano estaba a punto de unirse a una de las principales instituciones militares de su país después de terminar la secundaria.
Pero la carta de la academia de la Fuerza de Defensa Australiana en la que le ofrecían una vacante se perdió en el correo.
Cuando llegó a la casa de la familia de Farquhar, dos meses más tarde, el joven ya había optado por ir a la universidad.
La pérdida de la carta lo puso a él, y a su socio comercial, Mike Cannon-Brookes, en el camino para convertirse en los primeros multimillonarios tecnológicos de Australia.
"Si la carta hubiera aparecido antes, la historia hubiera podido ser un poco diferente", dice Farquhar, ahora de 39 años.
Con una tarjeta de crédito y no mucho más, Farquhar y Cannon-Brookes fundaron la compañía de desarrollo de softwarepara empresas Atlassian, en 2002.
La firma cotiza en Nasdaq y está valorada en US$25.000 millones. Los fundadores tienen una fortuna estimada en US$7.000 millones cada uno.
Trabajo independiente
Farquhar, que creció en un suburbio de clase trabajadora de Sidney, dice que siempre le interesaron las computadoras.
"Recuerdo haber llorado una noche porque un amigo tenía una computadora y yo también quería una", dice.
Sus padres terminaron comprándole una máquina de segunda mano y él pasó un año tratando de que funcionara.
El desarrollo de software llegó más tarde.
Farquhar conoció a Cannon-Brookes mientras ambos estudiaban Informática y Negocios en la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney.
Cuando los dos amigos terminaron la carrera, querían trabajar de manera independiente.
Sus metas eran simples: no usar trajes y ganar más de US$35.000 al año.
Ese era aproximadamente el salario que las grandes firmas ofrecían a los graduados.
"En ese momento vivía en una casa compartida en la universidad y comía fideos ramen todos los días", dice Farquhar. "No teníamos mucho que perder".
Primer gran cliente
El dúo empezó su vida independiente con una "terrible" compañía de soporte técnico.
Después de una breve temporada, cambiaron sus esfuerzos al desarrollo de software empresarial.
Los contratos eran difíciles de ganar al principio y solían provenir de conocidos.
Hasta que un día, en 2003, llegó un fax con una orden de compra de American Airlines.
Ese fax todavía cuelga fuera de la oficina de Farquhar, en la sede de la compañía en Sidney.
Ese contrato fue el final de lo que él describe como una "lucha cuerpo a cuerpo" para encontrar clientes.
Ahora los consumidores iban directamente a Atlassian.
"Ese fue el punto de inflexión, en el que supimos que lo lograríamos", dice.
Ingresos de US$1.000 millones
Farquhar atribuye una parte del crecimiento de la compañía a su modelo de ventas.
El hacer que sus productos estén disponibles en línea, llevaron las ventas de software empresarial directamente a los clientes.
Esta modalidad permitió que Atlassian accediera a mercados que no hubiera podido alcanzar con una fuerza de ventas tradicional.
El negocio siguió creciendo y en 2010 se aseguró inversiones externas por US$60 millones.
Atlassian, llamada así por el personaje mitológico griego Atlas, empezó a cotizar en la bolsa de valores Nasdaq, en Nueva York, en 2015.
Farquhar, su familia y su socio celebraron en Times Square con pizza grasienta y champán barato.
"No habíamos pensado en la parte de la celebración", dice.
En 2018, Atlassian alcanzó los US$1.000 millones en ingresos.
Hoy en día, Coca-Cola, Twitter y Visa se encuentran entre las miles de empresas que usan sus servicios.
Errores en el camino
La de Farquhar es una historia de éxito que parece relativamente impecable.
Una idea vaga, perseguida con poco capital, que se consolidó como uno de los productos tecnológicos de exportación más preciados de Australia.
Pero Farquhar reconoce que el viaje no siempre ha sido fácil.
"Ha tardado 17 años y medio", dice, enfatizando que la empresa no fue un "éxito de la noche a la mañana".
"Hemos cometido errores en el camino. Lanzamos productos demasiado tarde, recientemente tuvimos que retirar un producto que no triunfó en el mercado", cuenta.
Pero no hay duda del compromiso de Farquhar con el negocio. Mientras estaba en su luna de miel en África, voló de regreso a Sidney para atender un problema en el trabajo.
"Me tomó varios años compensárselo a mi esposa", dice.
El analista de tecnología Ray Wang, de la consultora Constellation Research, dice que la amistad entre Scott y Mike es un factor clave detrás del éxito de Atlassian.
"La gente a menudo mira a Atlassian y dice... 'esta historia es muy buena'. Se debe a que los cofundadores han sido amigos durante mucho tiempo. Son personas estables y normales", opina.
"Son pragmáticos, saben que tuvieron suerte", agrega.
Farquhar dice que él y Cannon-Brookes, también de 39 años y codirector ejecutivo de la empresa, se "complementan".
Además de administrar la compañía de 3.000 empleados, son vecinos.
Ambos viven en las dos casas más caras de Australia (la de Farquhar costó más de US$49 millones). Un agujero en la cerca que divide a sus mansiones, aledañas al puerto de Sidney, permite a sus niños cruzar de un lado a otro para jugar juntos.
Mirando hacia el futuro, Wang dice que la mayor batalla de la pareja será combatir las ofertas no deseadas.
"Si alguien les hiciera una oferta de US$50.000 millones por la compañía, ¿aceptarían?", se pregunta, señalando a Microsoft, Oracle e IBM como posibles interesados.
Farquhar, en cambio, dice que su mayor desafío en el futuro es asegurarse de captar más empleados con las habilidades que la empresa necesita.
Para lograrlo, está trabajando con el gobierno australiano en encontrar la mejor manera de atraer más talento del extranjero.
También quiere construir un nuevo recinto de tecnología en Sidney, un centro que espera que actúe como "el faro" para atraer gente a Australia.
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